¿Cuántas veces te has encontrado con que la impresión que recibes no es exactamente lo que tú has creado en photoshop? ¿Qué ha pasado con ese verde manzana que tú veías en pantalla o con el cielo de colores tan llamativos que habías conseguido crear? Evidentemente, está todo ahí, pero es posible que el documento no haya sido correctamente preparado para optimizar la impresión offset.
En primer lugar, hay que tener en cuenta tanto las medidas como la resolución de la imagen. El tamaño de una imagen se presenta en píxeles, que se pueden definir como cada uno de los millones de pequeños cuadraditos que conforman una imagen. Mientras que la resolución determina el número de píxeles que conforman la imagen o, lo que es lo mismo, el número de píxeles que se introducen en cada centímetro o pulgada de la imagen impresa.
Por tanto, es conveniente adaptar la resolución de una imagen, que se suele indicar más en píxeles por pulgada (ppp) que en píxeles por centímetro (pcm), al soporte sobre el que queramos trabajar.
Así, si las imágenes sólo van a visualizarse en digital, una resolución de 72 ppp es suficiente –proporciona un nivel de detalle menos nítido porque los “cuadraditos" que la conforman son menos y más grandes, pero la imagen pesa menos, por lo que es más adecuada para trabajar en la red-.
Por el contrario la resolución estándar que se emplea cuando se decide imprimir es de 300 ppp –lo que supone que la imagen pesa más pero se percibe más nítida al fijar la vista en los detalles-.
Por otra parte, es importante tener en cuenta el modo de color que se emplea. Cuando se trabaja sólo en digital, se debe elegir RGB (rojo, verde y azul) que corresponde con los colores de las pantallas. Sin embargo, a la hora de imprimir, el modo que hay que seleccionar es CMYK (cian, magenta, amarillo y negro), es decir, los colores básicos de las tintas de impresión.
Esta elección supone que la imagen que se obtiene en papel posee los colores reales con los que se trabaja y contribuye a evitar sorpresas desagradables. Igualmente, conviene asegurarse que el monitor en el que se trabaja está bien calibrado y que los colores son los correctos –con todos sus matices y variedades-.
No obstante, siempre se pueden realizar todo tipo de consultas a la imprenta donde finalmente se realizará el trabajo, para que incluso puedan aconsejar y unificar criterios para obtener el resultado que realmente se desea.