La técnica de la impresión térmica o hot stamping se caracteriza por realizar impresiones aplicando calor sobre un grabado –realizado en bronce, cobre, silicona o magnesio, principalmente- que previamente ha sido cubierto con una película con una pigmentación de alta resolución en el color en el que se quiere imprimir.
Este grabado se pone en contacto con la zona sobre la que se quiere imprimir durante el tiempo que requiera cada material y, al retirarlo, la película queda completamente transferida a la pieza.
Se trata de una técnica que lleva tiempo empleándose, sobre todo en la industria textil, ya que es un tipo de impresión relativamente rápida y sencilla que permite una personalización casi absoluta de todo tipo de prendas –por ejemplo, desde camisetas o sudaderas sobre las que se estampa el logo de una empresa como acción corporativa o publicitaria, hasta toldos o lonas de establecimientos y locales-.
Igualmente, esta personalización puede realizarse en una sola prenda o en pequeñas y medianas series, sin que eso suponga un encarecimiento que vaya más allá del precio establecido por pieza.
Además, es un tipo de estampación duradera y con gran resistencia al lavado, y a otro tipo de agentes externos –temperaturas extremas, rayos UV, etc.- lo que garantiza la amortización de la inversión que se realiza.
De la misma forma, el soporte sobre el que se realiza no tiene que ser necesariamente un tipo de tela específico, sino que puede efectuarse sobre cualquier clase de papel o cartón y materiales como el plástico, la madera, el cuero, la piel, etc. lo que amplía notablemente las posibilidades de la termoimpresión.
De hecho, algunos de los usos más frecuentes son, por ejemplo, la impresión de todo tipo de etiquetas o tiquets en papeles diversos –sobre todo cuando se presentan en bobinas o si se trata de papel satinado, ya que con esta impresión no se corre el riesgo de que el motivo aparezca poco nítido o se borre- o en la industria química.